Así titula hoy su columna en Página12 Eduardo Aliverti y pone las cosas en su justo lugar, como para no seguir dándole pasto a las fieras que está ávidas, vió?
Sí, habría que tener un poco más de respeto por las palabras. Por algunas de ellas, mejor dicho. Y mejor todavía, por lo que connotan.
Estamos en democracia, para empezar por una perogrullada que, sin embargo, alguna gente parece perder de vista con extrema facilidad. Buena, mala, perfeccionada, empeorada, carente de demasiados derechos básicos, avanzando en otros. Pero estamos en democracia. Si en lugar de eso se prefiere hablar de “el régimen”, “sistema burgués”, “fantochada institucionalista”, “partidocracia”, “monarquía constitucional” u otros términos de vitupero, es legítimo pero hay que buscarle la vuelta a que se los puede vociferar sin problemas. Nadie va preso (apenas la segunda recordación primaria, ya apuntada por algunos colegas, y uno comienza a cansarse). También es atendible que esa prerrogativa, la libre expresión, no alcanza para vivir como se debería. Lo semantizó Anatole France: “Todos los pobres tienen derecho a morirse de hambre bajo los puentes de París”. Expresarse en libertad puede entonces no tener resultados prácticos, para quienes no comen ni se curan ni se educan con el decir lo que se quiera. Si además se afina la puntería para meterse con la libertad de prensa, por aquello de que todo ciudadano tiene derecho a publicar sus ideas sin censura previa, resulta que hay que contar con la prensa propia. Y en consecuencia pasamos a hablar de la propiedad de los medios de producción. Lo cual es igualmente legítimo, desde ya, pero con el riesgo de que se convierta en teoricismo si acaso no es cotejable con la época y circunstancias que se viven. Veámoslo a través del absurdo: si siempre es igual, democracia y dictadura también son iguales. En este punto el cansancio por las obviedades se incrementa. Y uno se pregunta si no se lo preguntan quienes sí viven de poder expresarse libremente por la prensa, pero para referirse al momento argentino como si continuáramos en plena dictadura.
Mataron a mucha gente acá. Picanearon, violaron, nos mandaron a una guerra inconcebible, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres al mar y adormecidos también, electrificaron embarazadas, regaron el país de campos de concentración, torturaron padres delante de los hijos. Se chuparon a más de cien periodistas acá. Si hasta parece una boludez recordar que estaban prohibidos Serrat y la negra Sosa, que las tres Fuerzas se repartieron las radios y los canales, que inhibieron textos sobre la cuba electrolítica, que en el ‘78 estaba vedado por memorándum criticar el estilo de juego de la Selección Argentina de fútbol. ¿Nos pasó todo eso y por unos afiches de mierda y una escenografía de juicio vienen a decirnos que esto es una dictadura? ¿Pero qué carajo les pasa? ¿Dónde están viviendo? ¿Cómo puede faltársele así el respeto a la tragedia más grande de la Argentina? Acá lo cepillaron a Rodolfo Walsh, ¿y hay el tupé de ir a llorar miedo al Congreso? Faltaría ir al Arzobispado. Si bendijo a los milicos, seguro que también puede dar una mano ahora que se viene el fin del mundo con el matrimonio gay.
Uno entiende que pasaron algunas cosas, nada más que algunas por más significativas que fueren, capaces de suscitar que sea muy complejo trabajar de periodista en los medios del poder. Lo de las jubilaciones estatizadas, lo de la mano en el bolsillo del “campo”, lo de la ley de medios audiovisuales y la afectación del negociado del fútbol de Primera. Ahora bien, ¿la contradicción aumentada entre cómo se piensa y dónde se trabaja justifica las sobreactuaciones? Es decir: puede pensarse que en verdad algunos dicen lo que pensaron toda la vida, y que otros quedaron presos de la dinámica furiosa de la patronal. Pero, ¿decir que estamos o vamos hacia una dictadura? ¿Que si esto sigue así puede haber un muerto? ¿Hace falta construir ese delirio para congraciarse? En todo el país, si es cuestión de propiedad mediática y de programas y prensa influyentes, bastan y casi sobran los dedos de ambas manos para contar los espacios que –con mayor o menor pensamiento crítico– apoyan al Gobierno. La mayoría aplastante de lo que se ve, lee y escucha es un coro de puteadas contra el oficialismo como nunca jamás se vio. La oposición es publicada y emitida en cadena, a toda hora. ¿Qué clase de dictadura es ésa? Ese libre albedrío, muy lejos de ser mérito adjudicable al kirchnerismo, ocurrió igualmente con Alfonsín, la rata, De la Rúa, Duhalde. Lo que no había sucedido es esta cuasi unanimidad confrontadora salvo por los últimos tiempos del líder radical, a quien por derecha se le cuestionaban sus vacilaciones y por izquierda también. Contra Menem recién cargaron en su segundo lustro, después de que completó el trabajo. La Alianza se caía por su propio peso. Con el Padrino pegar era gratis, porque el país ya había estallado. Pero en el actual, que después de todo es simplemente un gobierno más decidido que el resto en cierta intervención del Estado contra el mercado y en el perjuicio a símbolos muy preciados de la clase dominante, ¿qué tan de jodido pasa como para hablar de una dictadura? ¿Será que basta con tocar unos intereses para edificar en el llano la idea de que pueden empezar a matar? ¿Los Kirchner son Videla, Massera, Suárez Mason? Por favor, tienen que aclararlo porque de lo contrario hay uno de dos problemas. O se lo creen en serio y, por tanto, se toma nota de que desvarían. O saben que es una falsedad sobre la que se montan para condolerse y entonces se anota que está bien. Que no se justifica pero se entiende. Que quedaron tras las rejas de los medios en que laboran. Ojalá sea lo segundo, por aquello de que un tonto es más peligroso que un mal bicho.
Se cometieron varias estupideces en forma reciente. Se le dio mucho pasto a la manada, se perpetraron injusticias con colegas que no se lo merecen, se agredió a los que precisamente buscan victimizarse. Eso no es hacer política. Es jugar a la política. La diferencia entre una cosa y la otra es que cuando se ejecuta lo primero es bien medida la correlación de fuerzas. A quiénes se beneficia, cuánto se puede tensar la cuerda en la dialéctica entre condiciones objetivas y subjetivas; cómo no sufrir un boomerang, en definitiva, y si se produce cuánto de fuerte son las espaldas para sortearlo. En cambio, si se juega a la política todo eso es lo que importa un pito antes que nada, con el agravante de que las consecuencias las paga un arco mucho más amplio que el de quienes formularon la chiquilinada.
De ahí a que se tomen de esos yerros para hablar de peligro de muertos, de sensación de asfixia dictatorial, de avanzada totalitaria, media una distancia cuya enormidad causa vergüenza ajena de apenas pensarla. No es algo que no pudiera preverse. Como lo dijo allá por los ’80 César Jaroslavsky, otro sabio sólo que de comité pero muy ducho en transas y arremetidas: te atacan como partido político, y se defienden con la libertad de prensa.
Se sabe que es así. Pero igual uno ya está harto de los hartos que se hartaron ahora.
8 comentarios:
Como siempre Aliverti bien preciso en los comentarios
lo de Aliverti es siempre claro. O sea sin pelos en la lengua, lo admiro y lo respeto.
FUE PARA MI MUY CLARO . LO REPITIO EN LA ENTREGA DE LOS MARTIN FIERRO . LO QUE HACEN ALGUNOS MEDIOS ES TERRORISMO DE PRENSA,TENGO 46 AÑOS Y JAMAS VI TANTA LIBERTAD PARA QUE CUALQUIERA DIGA CUALQUIER COSA,CLARO QUE SIEMPRE Y CUANDO SIRVA PARA APOYAR EL DISCURSO DE LAS MULTINACIONALES,LOS QUE NO COMPRAMOS ESE DISCURSO CASI NO TENEMOS ESPACIOS MASIVOS PARA DECIR NADA Y CUANDO APARECE UN,DIGO UN PROGRAMA, COMO 6,7 ,8 SE PONEN COMO LOCOS,ALGUNOS PERIODISTAS CREEN QUE TIENEN FUEROS Y QUE LOS INTERESES QUE DEFIENDEN TIENEN QUE QUEDAR OCULTOS NO COMO 6,7,8 QUE LO DEJAN BIEN CLARO ESO PARA MI ES UNA VIRTUD ESTES O NO DE ACUERDO CON SU MENSAJE
Ayer escuché a Barone hablar de los fueros que -suponen- tendrían algunos periodistas en relación a cualquier otro sector de la sociedad y que al ser objeto de críticas, y digo sólo eso, de críticas en sus trabajos, establecen que estas representan una amenaza hacia la libertad de prensa. Es decir que amparados en esos "fueros" no son pasibles de ninguna crítica social o incluso gubernamental a sus dichos o acciones so pretexto de estar alterando la esencial libertad de expresión que seguramente muchos defendemos y defenderemos. Parece que estas "vacas sagradas" que a mi juicio sólo esconden más mercado de la información, es decir "más negocio", despojando a la comunicación de su finalidad social, de "sagradas" no tienen nada. Esas falsas coronas se derriten poniendo a esos actores en un plano de igualdad con el resto de los trabajadores del que nunca debieran haberse apartado.
DANIEL, BARONE FUE MUY CLARO Y TOME LO DE LOS FUEROS DE EL
De cualquier manera, la mayoria de la gente esta con otros problemas (trabajar, comer, vivir, subsistir)y pasa de todo eso. Creo que ellos se estan autoengañando asi mismos, los unicos que se lo creen son ellos mismos, menuda sorpresa se van a llevar en las proximas elecciones.
Me parece que se está hablando del derecho a estar informados, y saber desde donde está parado el que está informando.
los periodistas del momopolio piensan que su discurso debe ser unico y voces disonantes en contra de este son un pecado hablan de presiones a la prensa y jamas tuvieron la libertad de expresion que tienen ahora , por suerte programas como 6 , 7 ,8 ponen al descubierto sus mentiras , LEY DE MEDIOS YA
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