La Caverna

Es extenso... pero es tan rico en sensaciones que quiero compartirlo.

fragmento de La Caverna de José Saramago

... Verdaderamente son pocos los que saben de la existencia de un pequeño cerebro
en cada uno de los dedos de la mano, en algún lugar entre falange, falangina y falangeta.
Ese otro órgano al que llamamos cerebro, ese con el que venimos al mundo, ese que transportamos dentro del cráneo y que nos transporta a nosotros para que lo transportemos a él, nunca ha conseguido producir algo que no sean intenciones vagas, generales, difusas y sobre todo,
poco variadas, acerca de lo que las manos y los dedos deberán hacer. Por ejemplo, si al cerebro de la cabeza se le ocurre la idea de una pintura o música, o escultura, o literatura, o muñeco de barro,
lo que hace él es manifestar el deseo y después se queda a la espera, a ver lo que sucede.
Sólo porque despacha una orden a las manos y a los dedos, cree, o finge creer, que eso era todo cuanto se necesitaba para que el trabajo, tras unas cuantas operaciones ejecutadas con las extremidades de los brazos, apareciese hecho. Nunca ha tenido la curiosidad de preguntarse
por qué razón el resutado final de esa manipulación, siempre compleja hasta en sus más simples expresiones, se asemeja tan poco a lo que había imaginado antes de dar instruccciones a las manos.
Nótese que, cuando nacemos los dedos todavía no tienen cerebros, se van formando poco a poco con el paso del tiempo y el auxilio de lo que los ojos ven. El auxilio de los ojos es importante, tanto como el auxilio de lo que es visto por ellos. Por eso lo que los dedos siempre han hecho mejor es precisamente revelar lo oculto. Lo que en el cerebro pueda ser percibido como conocimiento infuso, mágico o sobrenatural, signifique lo que signifique sobrenatural, mágico e infuso, son los dedos y sus pequeños cerebros quienes lo enseñan. Para que el cerebro de la cabeza supiese lo que era la piedra, fue necesario que los dedos la tocaran, sintiesen su aspereza, el peso  y la densidad, fue necesario que se hiriesen en ella. Sólo mucho tiempo después, el cerebro comprendió que de aquel pedazo de roca se podría hacer una cosa a la que llamaría puñal y una cosa a la que llamaría ídolo. El cerebro de la cabeza anduvo toda la vida retrasado con relación a las manos, e incluso en estos tiempos, cuando parece que se ha adelantado , todavía so los dedos quienes tienen que explicar las investigaciones del tacto, el estremecimiento de la epidermis al tocar el barro, la dilaceración aguda del cincel, la mordedura del ácido en la chapa, la vibración sutil de una hoja de papel extendida, la orografía de las texturas, el entramado de las fibras, el abecedario en relieve del mundo y los colores.
Manda la verdad que se diga que el cerebro es mucho menos entendido en colores de lo que cree. Es cierto que consigue ver más o menos claramente lo que los ojos le muestran, pero la mayoría de las veces sufre lo que podríamos designar como problemas de orientación cuando llega la hora de convertir en conocimiento lo que ha visto.

Hasta aca llegué con el fragmento, vale la pena leer el libro que nada tiene que ver con el cerebro sino con la vida misma, pídanlo prestado, hojéenlo en la librería, disfruten cada palabra que este hombre teje en la trama de esta historia.
Premio Nobel de Literatura 1998
José Saramago
La Caverna
Editorial Alfaguara

4 comentarios:

Daniel M. Rigoni dijo...

Helvia, Horkeimer y Adorno escriben juntos "Dialéctica de la ilustración", en donde el primero dice que el imperio de la razón que se pensaba triunfante con la ilustración, terminó en las barbaries del siglo XX, los dos totalitarismos expresados en sus campos de concentración con millones de muertos.

Helvia Catena dijo...

me perdí Daniel...orientame con el comentario

Daniel M. Rigoni dijo...

Es una digresión que relaciono con el texto. Tiene que ver con una escuela filosófica gravitante hasta nuestros días.

Daniel M. Rigoni dijo...

la escuela de Frankfurt, origen de la Teoría Crítica. Otros integrantes: Fromm, Benjamin, Marcuse, Habermas quien en los 70'retoma la línea y le da continuidad en lo que se conoce como su la segunda parte de la T.C

Publicar un comentario

top