Por Oscar Taffetani
(APe).- Sonya Levien, abogada norteamericana de origen ruso, a quien la crisis de los ’30 transformó en guionista de la Fox, escribió el libreto para una memorable versión de El jorobado de Nôtre Dame, pelìcula dirigida por Wilhelm Dieterle (otro inmigrante, éste de origen alemán) que Hollywood distribuyó por el mundo en 1939, es decir el mismo año en que las SA y las SS hitlerianas se disponían a conquistar Europa y a consumar el exterminio y diáspora de millones de personas.
En la escena inaugural de aquel film, una multitud empobrecida y famélica pretende entrar a la ciudadela de París momentos antes de que se cierren las puertas. Un soldado cierra el paso a un gitano y le recuerda que tienen prioridad los que han llegado antes. El gitano le responde: “Todos estamos de paso, amigo. Unos llegaron antes. Otros llegamos después”.
La sencilla respuesta tiene una profundidad admirable. No es casual que haya salido de la pluma de una escritora inmigrante, pensamos. Todos estamos de paso, como dice el gitano. Y haber llegado antes o después no significa nada.
Declaración de guerra
Las antiguas familias de los Estados Unidos, descendientes de los primeros colonos, gustaban llamarse WASP (White Anglo Saxon Protestant). Ser blanco, anglosajón y protestante era la fórmula para llegar a un puesto de gobierno. Los irlandeses, predominantemente católicos, eran segregados y enviados a hacer los peores trabajos, en las minas y en el campo. Con el tiempo, esos católicos blancos fueron ganando su lugar, a la vez que aliándose con grupos negros en la batalla de los derechos civiles. Detrás de los irlandeses, subieron en las escala los italianos (eso puede verse muy claro en la saga fílmica de El Padrino). Más tarde, los griegos y los polacos, y así.
La colectividad japonesa se tropezó en su ascenso social con Pearl Harbour (allí fueron demonizados y se convirtieron en enemigo interno). Avanzado el siglo XX, debieron ceder el lugar a los indochinos (saldo de la guerra de Vietnam) y también a los chinos, que aunque habían arraigado en la Costa Oeste, desde el siglo XIX, recién ganaron reconocimiento en estas últimas décadas, cuando China se perfiló para ser la gran factoría del mundo globalizado.
La población negra, de remoto origen africano, debió sufrir distintas formas de la “solución final” al estilo blanco, desde los modos directos y violentos del Ku-Klux-Klan hasta la compra de tierras en Africa para devolver las familias “a su origen” (así nació Monrovia y después la Liberia actual).
Paralelamente, desde mediados del siglo XX, los Estados Unidos fueron incorporando cientos de miles de hispanos y latinos a su población. Trabajadores golondrina mexicanos, emigrados políticos o económicos del Caribe y Centroamérica, en síntesis, una mayoría silenciosa con mucha fuerza de trabajo para entregar, pero inevitablemente muda en el reclamo de sus derechos y en la defensa de su dignidad.
La situación cambió notablemente a la vuelta del siglo. Hoy, la segunda y la tercera generación de hispanos han impuesto su presencia económica y cultural en los Estados Unidos, llevando a referentes de su comunidad a puestos clave de la administración. Sin embargo, para una parte del Establishment, los nuevos inmigrantes, los nuevos trabajadores golondrina y los nuevos indocumentados (cuya masa se calcula en once millones) representan una amenaza. Son un país en las sombras; una nación de pobres e indocumentados que no existen para el Estado y que generan en la “informalidad” sus propias redes y su propia organización. Por eso los legisladores de Arizona, tomando la delantera, les han declarado la guerra mediante la Ley de Inmigración conocida como SB 1070. El instrumento permite a la policía arrestar a indocumentados sólo por tener una apariencia peligrosa o presumir que podrían cometer algún delito, habilitando una vía rápida de deportación al país de origen. La Coalición Nacional del Clero Latino y el Fondo de Dirigentes Cristianos para la Defensa Legal, entre otras organizaciones civiles, ya comenzaron a preparar los amparos judiciales. Cuentan con el apoyo de 30.000 iglesias evangélicas de todo el país y con la firma de 300 pastores hispanos del Estado de Arizona.
No obstante, el futuro es incierto, en un Estado que ha convalidado la construcción de un vergonzoso Muro en la frontera con México, como si ambos países no estuvieran unidos territorial y culturalmente, desde hace siglos.
Una única raza, humana
El equipo de expertos al que la Unesco encargó, a principios de los ’50, la elaboración del árbol de la raza humana, concluyó veinte años después su investigación, con un informe que debería leerse y estudiarse en todas las escuelas del mundo. Las sentencias del informe quitan legitimidad y fundamento a cualquier acto de discriminación de los seres humanos en razón de su color de piel o su apariencia. “Todos los hombres de la actualidad –leemos- pertenecen a la misma especie y descienden del mismo tronco. La división de la especie humana en razas es en parte convencional y en parte arbitraria, y no implica ninguna jerarquización, en absoluto. El conocimiento biológico actual no permite imputar los logros culturales a las diferencias en el potencial genético, sino que sólo deberían atribuirse a la historia cultural de los distintos pueblos”.
Lo que no dice el informe de la Unesco sobre las razas (aunque se infiere) es que el racismo, tanto el de ayer como el de hoy, es sólo una máscara para tapar los privilegios y los intereses económicos de algún determinado grupo social.
Actualmente, gran parte de la dirigencia planetaria promueve, o bien tolera, la construcción de muros, de muros burdos o inteligentes, hechos de alambre o de hormigón, altos o bajos, con el único propósito de segregar, de separar a ésos que llegaron antes de los que llegaron después, al niño que duerme tibio en su cuna de aquel que lo hace (no menos tibio) en una caja de cartón.Pero todos -como lo recordó el gitano de aquella película- estamos de paso. Y la historia sigue siendo, felizmente, el caudaloso, cambiante e impredecible río de Heráclito.
2 comentarios:
Excelente nota!
"El racismo ha sido históricamente una bandera para
justificar las empresas de expansión, conquista,
colonización y dominación y ha marchado de la mano de la
intolerancia, la injusticia y la violencia".
Rigoberta Menchú Tum, Dirigente indígena
guatemalteca, laureada con el Premio Nobel
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