Para pensar



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Por Lucía Manusovich 

Juego: el motor de la historia

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“La libertad de mercado te permite aceptar los precios que te imponen. La libertad de opinión te permite escuchar a los que opinan en tu nombre. La libertad de elección te permite elegir la salsa con la que serás comido”.
Ventana sobre las dictaduras invisibles (Fragmento). Eduardo Galeano, Las palabras andantes (1993)


Somos parte de una realidad donde el ejercicio del pensamiento se ve fuertemente atascado por el inmenso flujo de información. Se puede incluso afirmar que el saber nos ha sido expropiado y ultrajado durante largo tiempo, dejando pocos brotes de una creatividad que nos permita construir un proyecto común. En ese marco, es esperable la condición de autómatas, imitadores y repetidores que divulgan y creen cualquier atrocidad a cualquier precio. Si quisiéramos explicar esta condición, podríamos apelar a varias teorías: sociológicas, psicológicas, antropológicas, históricas, etc. Podemos también, intentar abordar el tema desde una perspectiva psicopedagógica.
Sería más o menos así. La creatividad, lo lúdico, están estrechamente vinculados con un proceso que podríamos llamarlo -siguiendo a Piaget- asimilación. La asimilación es placer funcional, creatividad, juego. Es la manera que tenemos de conocer el mundo, de incorporar los nuevos objetos percibidos y aprendidos a las acciones que ya tenemos formadas. La contracara de este proceso -tan necesario e importante para la construcción de la inteligencia como el primero- es llamado acomodación, donde el conocimiento se integra en el saber que ya tenemos acumulado, y está relacionado con el ejercicio de la imitación. Con cada nueva asimilación se rompe el equilibrio logrado hasta entonces y con la acomodación de ese conocimiento se restaura el equilibrio nuevamente, en una constante evolución de la inteligencia humana. Así conocemos y nos adaptamos al medio.
Al pensar en el manejo de la información y el abordaje de la realidad, ¿podemos decir que el proceso por el cual nos “acomodamos” al medio está equilibrado con el que nos permite conocerlo? Esto, lo ponemos en duda. Hacer un análisis de la actualidad en función del aprendizaje, nos llevaría a tomar en cuenta varios factores sociales: una marginalidad acentuada por décadas de expropiación cultural, un empobrecimiento lúdico, creativo, de las bases sociales, que fueron castigadas por la explotación y la exclusión, una consecuente indiferencia por parte de la sociedad en su conjunto con respecto a la cocina de la política, poca capacidad de análisis, superficialidad, vacío.
La reconstrucción de un modelo de país que forje identidades, autorías de pensamiento, creatividad, juego de contenido, puede ser pensado si volvemos nuestra vista atrás y repasamos nuestra historia de aprendizajes hiperacomodativa (imitación extrema, empobrecimiento de la creatividad, del “conocer”, “asimilar”), teniendo en cuenta de donde venimos, los factores sociales antes mencionados y por cuáles circunstancias hemos atravesado. Salir a defender un determinado proyecto de país no necesariamente tiene que ver con tomar partido por un modelo. De nuevo: estamos hablando de años de silenciamiento, de décadas de “acomodación” a un modelo de país que nos hundió en miseria social y exclusión sistemática.
Tomar partido es elegir. Elegir, es pensar. De la relación dialéctica sujeto-mundo, nace la posibilidad de transformar la realidad (y transformarnos como sujetos). Esa relación exige posicionamientos, implicancias y está atravesada por fluctuantes desequilibrios, conflictos, errores (sin duda) que requieren ser elaborados, resueltos, y de esta forma evolucionar en el pensamiento. Hablamos de desequilibrios que implican agresividad, que da paso a lo simbólico, a la creación. Claro que se puede confundir esta agresividad constructiva con la agresión negativa con que la derecha identifica a este gobierno. Pero esta confusión es funcional al objetivo de seguir ocultando lo importante. No hablamos de agresión. Hablamos de una agresividad que permita romper con viejas estructuras, que se materialice en ideas, en lucha, en participación colectiva.
Esa agresividad está presente en las alternativas, en los traspiés. En las políticas públicas que el actual gobierno propone para abrir un debate que ha sido postergado por años. Política de Derechos Humanos, la Asignación Universal por Hijo, la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales, defensa del Mercosur, de Unasur, participación en ALBA, políticas progresistas en materia de natalidad y sexualidad, estatización del sistema de aportes jubilatorios, etc. Eso es jugar. Abrir caminos, provocar al conflicto, cuestionar paradigmas. Agresividad al servicio del cambio, de la lucha.


3 comentarios:

Daniel M. Rigoni dijo...

Juguemos agresivamente en los términos que nos plantea el autor, algo así como "hagamos", urgentemente hagamos.

Daniel M. Rigoni dijo...

perdón!,la autora.

Jorge Enrique Paso dijo...

Buena descripción. Me queda como resumen la expresión "cuestionar paradigmas", creo que eso lo dice todo, ese es el camino.

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