Por Oscar Taffetani
(APe).- Dicen que fue Concolorcorvo (Calixto Bustamante Carlos, Inca), marchando a lomo de mula hacia el Perú, el primero que se preguntó por qué no construían un puente en Areco, para que los viajeros no tuvieran que correrse hasta el vado de las Tunas o hasta el vado del Virrey, muy lejos del camino real, y así poder cruzar el río. La mención está hecha en su libro El Lazarillo de Ciegos y Caminantes, publicado en 1773.
En 1856, cuando Areco adquirió status de municipio, sus vecinos (particularmente, la familia Martínez) decidieron construir el demorado puente, mediante una suscripción popular que sería luego amortizada con el cobro de derechos de pontazgo, tanto a los arreos de ganado como al transporte de pasajeros y mercaderías.
Ese puente sobre el río Areco, afluente del Paraná, fue inaugurado el 28 de diciembre de 1857, hace exactamente 152 años. Al constructor le hicieron firmar una garantía de que iba a durar “al menos cuarenta años”. Pero duró cuatro veces más. Ya nadie recuerda al constructor, pero el sereno y firme Puente Viejo -por lo menos, hasta la semana pasada- era una inevitable referencia turística y cultural de Areco. Los paseantes acariciaban con sus dedos los ladrillones de barro cocido, asentados sobre caliza, arcilla y clara de huevo. Y los recién casados se sacaban una foto, como augurio de una relación duradera. Los 25 de Mayo y los 9 de Julio, jinetes de agrupaciones tradicionalistas gustaban hacer repicar los cascos de sus caballos en las piedras y los ladrillos colorados del puente.
De pronto, en esta Navidad de 2009, tras una crecida y un desborde del río sin precedentes, el Puente Viejo quedó cubierto por las aguas. Y casi noventa manzanas del centro de la ciudad de San Antonio Areco se anegaron en una noche. Y miles de familias debieron autoevacuarse o bien esperar a que los socorristas las rescataran. Otras tantas, se quedaron encaramadas a los techos de sus casas, para que salteadores y ladrones, continuando la tarea del agua, no terminaran de despojarlos.
Funcionarios sorprendidos
Ya es casi un procedimiento de manual, por parte de los funcionarios argentinos, acusar a otros de lo imprevisto y malo que ocurre, reclamando en cambio su responsabilidad sobre cualquier cosa buena o estimulante que pase, no importa su origen: un día fresco en verano, un día cálido en invierno, la salida del sol, la luna llena, el hombre que devolvió una billetera, los grandes récords del Guinness, etcétera.
Esta vez, la responsabilidad por la inédita inundación del casco urbano de Areco recayó en un puñado de productores agropecuarios que, sin consultar al Departamento de Hidráulica del ministerio correspondiente, construyeron canales de irrigación y alivio que terminaron desplazando y escurriendo las aguas en dirección equivocada.
El Gobernador de la provincia, Daniel Scioli, encargó un relevamiento de los llamados “canales ilegales”, a efectos de que la administración bonaerense realice una presentación judicial. La Intendenta de Areco, Estela Lennon, apoyó la iniciativa. “Hicimos un sobrevuelo –declaró- y había arroyos naturales, además de canales artificiales. Ignoro si estaban declarados o no".Vivimos en los tiempos del Google Earth y el relevamiento satelital de campos y ciudades. Ningún ciudadano contribuyente, urbano o rural, podría decirse, escapa al ojo de halcón del fisco. Sin embargo, la intendenta Lennon viene a enterarse de que hay “arroyos naturales” y “canales artificiales” luego de sobrevolar las áreas inundadas. En tiempos normales, al parecer, la Intendenta no sobrevuela.
Ameghino revisitado
El paleontólogo y antropólogo Florentino Ameghino, a fuerza de recorrer a pie la cuenca de los ríos bonaerenses, en busca de fósiles, fue desarrollando su propio diagnóstico y remedio para esas “secas” e inundaciones que sustraen cada año cientos de miles de hectáreas a la agricultura y la ganadería de la provincia de Buenos Aires.
En una conferencia pronunciada en La Plata, el 18 de mayo de 1884, Ameghino dice, entre otras cosas: “Con los canales de desagüe es posible que no se eviten por completo las inundaciones, como parece creerse. Las aguas excedentes de las planicies elevadas y terrenos de poco declive corren a los ríos con lentitud, pero es permitido suponer que por medio de los canales de desagüe se precipitarían con mayor fuerza y prontitud a los cauces de los ríos o a los puntos bajos hacia donde se les diera dirección. Si así sucediera, o habría que dar a los canales de desagüe una capacidad extraordinaria que exigiría un costo enorme, o las crecientes y desbordes se producirían con mayor rapidez que ahora y ocasionarían estragos aún más considerables”. La población de San Antonio de Areco ha sufrido esta Navidad los estragos de una súbita inundación que había sido advertida por Ameghino hace 125 años.
“Para evitar estos desastrosos efectos que tantos millones de pérdidas ocasionan todos los años –exhorta Ameghino en el final de su disertación- es preciso tratar de impedir tanto cuanto sea posible el desagüe de los campos a los ríos y al océano, dando tan sólo desagüe inmediato a esos terrenos sumamente bajos que quedan completamente sumergidos en las épocas de grandes lluvias y que no sea posible preservarlos de las inundaciones de otro modo; es preciso buscar el medio de aprovechar las aguas que caen en esos aguaceros torrenciales, de modo que sean benéficas durante todo el año; es preciso evitar la evaporación rápida de esas mismas aguas y reducirlas de manera que ocupen la menor extensión posible; es necesario tratar de aumentar la permeabilidad del terreno para que se infiltren en él; y es, por último, necesario evitar que las aguas de los parajes altos se precipiten a los bajos inundándolos, buscando los medios de retener la mayor cantidad posible de ellas en los terrenos elevados, donde serán de mayor utilidad que en los puntos bajos”.
El Puente Viejo de Areco, que este lunes cumplió 152 años de existencia, está bajo el agua. No se sabe, cuando el río retorne a su cauice, si podrá seguir en pie o terminará por desmoronarse. La Teoría Vieja de Ameghino (llamémosla de algún modo), acerca de las secas e inundaciones bonaerenses, nunca fue integralmente abordada, ni refutada, ni actualizada, por los sucesivos gobiernos de la mayor provincia argentina. Estamos con un pie en el Bicentenario y este inminente 2010 nos sorprenderá a los bonaerenses protestando por la lluvia excesiva o por la seca arrasadora, o bien por la corrupción en la esfera oficial (“Piove, governo ladro”, dicen los italianos), o también escribiendo, los que somos periodistas, nuestra enésima nota sobre las inundaciones. Mientras tanto, las raíces y las fuentes genuinas de nuestra cultura y nuestra idiosincracia, permanecen inútiles bajo el agua, lo mismo que el Puente Viejo. Y aquella visión estratégica de Ameghino se ve cubierta por el presente absoluto, implacable, de la televisión y los medios de masas. Las bases, sin embargo, siguen allí, esperando la nueva conciencia que las rescate y las traiga a la luz.
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