las cosas simples...

Para la cátedra de Literatura


Enrique Buenaventura estaba bebiendo ron en una taberna de Cali, cuando un desconocido se acercó a la mesa. El hombre se presentó, era de oficio albañil, a sus órdenes, para servirlo:

­Necesito que me escriba una carta. Una carta de amor.
­¿Yo?
­Me han dicho que usted puede.
Enrique no era especialista, pero hinchó el pecho. El albañil aclaró que él no era analfabeto:
­Yo puedo escribir. Pero una carta así, no puedo.

­¿Y para quién es la carta?
­Para... ella.
­¿Y usted qué quiere decirle?
­Si lo sé, no le pido.
Enrique se rascó la cabeza.
Esa noche, puso manos a la obra.
Al día siguiente, el albañil leyó la carta:
­Eso ­dijo, y le brillaron los ojos­. Eso era. Pero yo no sabía que era eso lo que yo quería decir.

Eduardo Galeano


3 comentarios:

daniel jorge dijo...

ta complicado no?

Helvia Catena dijo...

me encantó... Por dos cosas, es sumamente enternecedor y además enseña
que se puede pedir a otro lo que uno no sabe. Pareciera obvio mi comentario, pero muchas veces por h o por v, me encuentro "no pidiendo"
quizás por omnipotenia o por algún orgullo matador!!!!

Miguel Martín dijo...

Muy lindo, Betty, la humildad ante todo ...
Un grande Galeano.

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