Por Christian Sanz

El pasado jueves 19 de noviembre de 2009, ocurrió un hecho que merece destacarse y que pasó casi desapercibido frente a la catarata de información de los medios: se derogaron las figuras legales de "calumnias" e "injurias", previstas en los artículos 109 y 110 del Código Penal argentino. Si bien para la mayoría de la sociedad, esto podría no tiene mayor significancia, para el periodismo es un paso descomunal en pos de la libertad de expresión.
Es que, durante años y años, funcionarios de todo tipo de extracciones e ideologías han sabido hostigar a los hombres de prensa iniciando causas judiciales en su contra, a través de la utilización de ambas figuras penales. Esto solía provocar una suerte de mordaza en el periodista ya que, si bien las primeras condenas prevén "prisión en suspenso", la acumulación de fallos adversos podían llevar al cronista tras las rejas. Ambas figuras, que aparecen en un apartado del Código Penal denominado "delitos contra el honor", sostenían que, la falsa imputación de un delito -de orden público- o la desacreditación de una persona, eran pasibles de una condena judicial que podía culminar con prisión efectiva para el agraviante, es decir, el periodista. Para aquellos que desconocen el mundo de lo jurídico, es pertinente mencionar que, a la hora de pedir resarcimiento a nivel legal, cualquier ciudadano posee las herramientas que ofrece el derecho civil, el cual prevé penas dinerarias, no ya la prisión del periodista. Asimismo, hay figuras mucho mejores que las legales, como el derecho de respuesta -mal llamado derecho a réplica- y la mediación privada si se quiere echar luz sobre una información que podría estar equivocada. Sin embargo, desde que uno es periodista, carga sobre su cabeza con una suerte de "espada de Damocles", relacionada con estas figuras penales. No es una cuestión casual ni inocente: ciertos funcionarios saben que una de las peores amenazas para el periodista tiene que ver con las querellas penales, situación que se potencia cuando a eso se agrega la presión del poder Ejecutivo por sobre el judicial para que el hombre de prensa sea condenado, aún cuando puede probar sus dichos. Es algo que ha sucedido con el menemismo y que ocurre asimismo con el kircherismo, casi no hay gobierno que no haya azuzado a la Justicia para procurar . Un caso puntual: a quien escribe estas líneas, un conocido magistrado Federal le pidió disculpas segundos antes de condenarlo por supuestas injurias, ya que había sufrido la presión directa de un poderoso ministro kirchnerista (1). "Entiéndame Sanz, si no lo condeno está en riesgo mi propia seguridad", admitió el juez ante el asombro de este cronista y su abogado. Es en ese marco que debe entenderse el valor que posee la derogación de la figura de calumnias e injurias, ya que el periodista es el eslabón más débil en la cadena de información social y es quien oficia de valioso intermediario entre los hechos y las personas. Por ello, uno que es crítico al extremo por los actos de corrupción del kirchnerismo, aplaude esta medida, sólo comparable a cuando en el año 1993 se derogó la figura de desacato a pedido de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, otro delito por el cual los periodistas sufrían una insufrible e interminable persecución oficial. Lo que ha ocurrido es una pegada para el periodismo, no hay duda de ello, pero finalmente redundará en el beneficio de la sociedad toda. No es poco.
Christian Sanz
(1) Esa querella fue finalmente ganada en segunda instancia por este cronista.

3 comentarios:

Daniel M. Rigoni dijo...

Es un poco contradictorio el periodista porque lo que no dice, a pesar de que sí dice haber sufrido el peso del poder a través de la presión de un ministro kirchnerista, es que fue el mismo oficialismo kirchnerista el que derogó la figura de las calumnias e injurias. Será que finalmente los aparatos políticos son más amplios y dispersos de lo que suponemos (?) y no están unificados por un criterio común que responde a una misma ideología(?) o bien será que hay una puja permanente entre los cuadros por hegemonizar e imponer sus ideas y entonces no es tan como se plantea comúnmente en los medios que el ex presidente es una bestia feroz que controla cada acontecimiento y cada decisión. Pongámonos de acuerdo por favor. Insisto, todo está tan mal hecho pregunto, porque de la asignación universal por hijo, que tanto esperamos, tampoco se dijo gran cosa o del avance en relación al ADN en función del derecho a la verdad tampoco, sólo por mencionar un par de últimos aciertos.

Miguel Martín dijo...

Vos sabés Daniel, que Christian Sanz es uno de los pocos periodistas que se ha animado a escribir y denunciar los escandalosos negociados del gobierno nacional y provincial, con por ejemplo, un tema que uno algo conoce, como es el de los juegos de azar ..., y otros tantos.
Para el que le interese las investiaciones periodísticas a que hago referencia están en www.tribunadeperiodistas.com.ar

Daniel M. Rigoni dijo...

Sí Miguel, pero no explica lo que te digo acerca de la derogación. A lo que me refiero es que no hay sólo un poder, nos equivocaríamos si pensamos eso. Y lo demuestra lo aprobado y otros ejemplos que mencioné. No tenemos que poner todo en la misma bolsa.

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