Día Mundial de los Derechos del Niño

Por Hugo Rodríguez

-Dedicado a la memoria de Antoine de Saint Exupéry, eterno niño, tanto lo fue, que un día escribió “El Principito”.

-Dedicado a todos los niños que nunca podrán leer ni estas, ni otras líneas.

-Y aunque reiterada y maltratada como frase, dedicado al niño/a que todos fuimos.

-Especialmente dedicado a Natalia y Brisa, mis hijas; esas dos niñas hermosas que ya están dejando las muñecas para ser señoritas, y aunque a ellas no les guste, yo les sigo diciendo mis niñas y ellas me lo perdonan, y yo, muero de amor.


Soy feliz ejerciendo esta profesión que es el periodismo y archi-ultra feliz cuando escribo, y si encima eso que garabateo en el papel lo leen otros y bue, el exorcismo es mayor, y si se quiere hasta me ahorra unos mangos en terapia. ¿Qué tiene que ver esto con la columna dice usted? Y yo le contesto que tiene, vea. Este viernes 20 se recordó el día mundial de los derechos del niño.

Así, y después de esto, vendrá otra pregunta de parte de ustedes como: ¿quién es este fulano de treinta y pico largos de años para hablar de los niños, sus derechos y de su propio desahogo?

Y en definitiva tendrían razón; no soy nadie o mejor dicho no me la doy de nada. Si soy alguien, soy una persona, una persona que tiene derechos; ya no soy ese nene que no se animaba a hablar porque en la casa no lo dejaban, no soy ese niño que por el sólo hecho de jugar a la pelota con sus amigos era castigado con crueldades tales como la de ahogarlo en un fuentón con agua, mientras su temeroso hermano veía el castigo y esperaba el turno para su inmersión.

Decía, no me la doy de nada, sólo necesito expresarme y para eso quiero dejarle a los que quieran, estas ideas, estas vivencias y estas creencias, que son en definitiva para tratar de mejorar la sociedad en la que vivimos y en el peor de los casos, crear algún tipo de disparador para que otros piensen en cómo hacerlo.

La idea es esa, que piensen y que actúen en consecuencia. Nada más y nada menos. Aquí vamos.

Un 20 de noviembre, pero de 1959, una Asamblea General de las Naciones Unidas declaraba esa fecha como día Mundial de los Derechos del Niño.

Podría desandar esta columna por los caminos de la política social que excluye a ellos “esos locos bajitos” y a sus padres, pero no.

Podría hacerlo recorriendo el sendero de la mortandad infantil por hambre en la Argentina , que la presidenta se fue a ver al África porque no le conviene verla aquí, en su propio país de tercer mundo y al cual el sumo Pontífice alemán catalogó de ESCANDALOSA, pero tampoco me empantanaré en ese lodo.

Desarrollaré estas líneas por lo que mi profesión ve todos los días, o sea, el deporte. Actividad que a decir de un amigo, nucléa más adeptos en todo el planeta que todas las religiones conocidas. Y en esta actividad los niños también tienen derechos que no siempre son respetados.

No se respeta cuando los padres se ponen de color bordo insultando al árbitro.
No se respeta cuando le gritan a su hijo del otro lado del alambrado, cosas como: “¡bajalo!, ¡partilooo!, ¡pasalaaa!...etc., etc., etc.

No se respeta cuando los progenitores discuten con el técnico cuando este no lo pone al pibe, o en su defecto cuando los saca.

No se respeta la libertad y derechos del menor, cuando el padre se vanagloria con que el partido lo ganó solo, solito y solo su descendiente con sus goles, olvidándose que el pibe es parte de un equipo.

No se respeta a los niños, cuando los familiares se entrometen en el vestuario para atarle los botines, para ver si se han bañado, o si se ha puesto la remera al derecho, como si ponerse la remera al revés no permitiera al niño seguir creciendo**.

Y por sobre todo, no se respeta a los niños, cuando los mayores buscamos que ellos consigan la gloria y el brillo que nosotros mismos no supimos conseguir.

Créame amigo lector que todo esto, no reivindica lo qué hace 50 años se pacto en la sede de Las Naciones Unidas.

El gran maestro colombiano Gabriel García Márquez dijo: “El niño sólo es niño una sola vez en la vida, por eso comprender las necesidades del cachorro y dejarlo volar, es síntoma de crecimiento social”.

Por eso Señoras y Señores, y ya para terminar, me animo a contradecir una sola vez al catalán Joan Manuel Serrat y en este día de derechos, les pido, dejemos que los niños sigan jodiendo con la bendita pelota. Porque les aseguro que se de que hablo, si no joden con la pelota, cuando sean grandes pueden tomar el camino de la delincuencia y la droga, o en su defecto, serán PERIODISTAS que los molestaran todas las semanas escribiendo cosas como estas.
Ustedes elijan.

Hasta la próxima.

** Esa frase se la copie al maestro uruguayo Eduardo Galeano, que figura en el libro “Patas Arriba” Editorial Catálogos 1998

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