Realidades Imaginarias

El Beso
Por David Pau

Un beso es un disparador de emociones. Un interruptor capaz de poner en funcionamiento miles de sensaciones en un solo instante. A veces puede uno sentir el calor de la piel de la persona besada y su suavidad. En lo que hace a los besos de labios, se da una combinación justa de humedad y calor que hacen del mismo algo realmente atractivo. Si pienso detenidamente en esos casos, lo único que se me viene a la mente es algo que difícilmente pueda obviar…
El aliento tibio y compartido que se desprende de los mismos.
Sin duda alguna, el beso es sinónimo de amor. “Amor” en el sentido más puro de la palabra. Un beso sin amor o sin sentimiento, tiene sabor a nada. El beso apasionado, previo al sexo, no posee la misma carga que el que se da en el primer cruce de miradas. Este último es inolvidable y se mantiene aún con la misma intensidad en la despedida. Un beso es un pacto, es un acuerdo entre dos, un papel firmado con ternura y tiene tanto o más valor que la palabra.
El beso es la autorización a dejarnos conocer, a concedernos por completo. Es un “si”, un “de acuerdo” o un “quiero darte parte de mí”… Esa parte de mí que es, redundando, “muy mía”.
El beso es la máxima expresión de afecto. Es el comienzo de algo, es una promesa, es un sentimiento desesperado que busca anclaje. El beso nos acerca, nos afianza, nos amiga. En cualquiera de sus formas o manifestaciones, el beso es mucho más que dar la mano. Es más que una palmada en la espalda. Llega más lejos que una caricia, uniendo distancias. El beso nos hace más humanos, nos convida a seguir creciendo, nos levanta y nos invita a soñar…
Recuerdo muchas oportunidades en que un beso generó este tipo de sensaciones en mí. Y siempre pensé que con cada uno de los que daba, algo de mí se iba con ellos. En mis besos hay mensaje, hay sentimiento, entrego algo de mi alma.
Soy un coleccionista de ellos, si, de mis besos. Los atesoro, los desparramo sobre la cama y los cuento y recuento cada noche antes de dormir. Anoto cuantos di a lo largo de mi vida, los administro y ordeno en orden de prioridad. Los clasifico en inolvidables, lindos, largos, cortos, de despedida, etc. Todos son valiosos y poseerlos me hace sentir una persona acaudalada. En mi colección tengo besos suaves, besos tibios, besos cálidos, esporádicos, de despedida, de pasión, húmedos y algunos salados… Si, con sabor a lágrimas, esos son los que guardo con cierto dejo de nostalgia en mi corazón.
Tengo besos de todo tipo, maquillados y desmaquillados, con sabor a chicle de menta, pegajosos y hasta fríos, con gusto a helado de vainilla o chocolate. También tengo besos “voladores”, aquellos que se depositan en la mano y se envían impulsándolos con un soplido. Pero eso si, nunca tuve besos repetidos, ni usados, ni regalados, ni de otros… Solo poseo los besos que me dieron y algunos sin siquiera haberme pedido uno de los míos a cambio.
Más allá de todo, creo que no hay que dar besos a la ligera. Muchas personas se despiden con un beso, pero no un beso dado, sino uno “virtual”. O por teléfono, se dicen: “Te dejo un beso”. Entonces me pregunto, este tipo de beso… ¿Es un beso con carga sentimental? O simplemente, ¿Es un beso formal o protocolar?
Yo creo en los besos que transmiten algo real, en los besos dados. Si, soy muy inflexible en este sentido y difícilmente creo que pueda llegar a cambiar. Después de todo, tengo razones para pensar en esto último… Lo primero que recibimos al nacer es “un beso” cargado de lágrimas y lo ultimo que nos llevamos al morir es, nada más y nada menos, que algo tan simple como “un beso” y algunas lágrimas.