La Amistad

Por María Mercedes Ramirez

Hoy estuve pensando tanto en vos,

de pronto me hallé recordándote

con tu coleta de caballo y tu flequillo hacia atrás,

lleno de clips, que sujetaban aquel mechón dorado,

del que guardo un poco en mi diario.

Cuántas cosas compartimos desde los seis años,

los regaños de tu abuela

cuando hacías la “medialuna” en la vereda con tu vestidito

al viento como una mariposa.

Y mientras vos disfrutabas girando una y otra vez,

yo te reprochaba con mi mirada

cuestionadora ; pero nunca te importó vos seguías

desplegando tu alegría.


Siempre te admiré por ello y con los años hasta aprendí

a abandonar mi postura de niña sobre-adaptada.

¡Cuántas vivencias compartidas!

Casi no puedo escribir abrumada por tantos recuerdos.

Me vienen a la mente las tertulias escuchando a “Virus”

en la casetera del auto de papá,

Cantando mientras imaginábamos nuestro primer amor y

cómo serían nuestras vidas cuando fuéramos “Grandes”.

Y un día nos despertamos siendo grandes

y te esperaba a la salida de la iglesia,

después de casarte y nos abrazamos

durante varios minutos ante la impaciencia

de los otros invitados.

Después ese amor dio sus frutos

en tres seres maravillosos,

tus hijos, Lucía, Alejo y Martín,

Con los que puedo compartir la felicidad

que se desprende

de tu rostro cada vez que los ves sonreír.

Ya pasaron treinta años de aquel día que decidimos

ser amigas para siempre; del día que cumplimos con el rito

de pincharnos los pulgares con una aguja, convirtiéndonos

en “hermanas de la vida”. Se me hace

difícil poner en pocas palabras la mayor parte

de lo que llevo vivido, pero es reconfortante

saber que no es necesario, porque hay una testigo

de esos momentos y esa eres tú, mi entrañable AMIGA.