Realidades Imaginarias


"Historias de un vagabundo"
Por David Pau

Aquella vez que conocí a Robert Nesta Marley, fue un día como cualquiera.
Era un lunes o martes por la tarde, ya ni siquiera lo recuerdo.
Caminaba por la avenida hacia la casa de mis abuelos, en una de esas tardes en las que no tenía nada que hacer, como de costumbre. El sol quemaba mi espalda suavemente, era agradable.
Un hábito que tenía, y que aun mantengo, es el de inventarme algo para hacer. Algo sin importancia, pero que pueda justificar mi modo de vida improductivo. Visitar a un amigo, ir en busca de un libro, comprar algo, vagar de un lado a otro, o lo que sea para pasar el rato. En las cercanías de la casa de mis abuelos había un arroyo. Extrañamente, un arroyo cruzaba la ciudad y la avenida, pero a nadie le llamaba la atención. El mismo estuvo, hasta que lo entubaron, completamente sucio, contaminado y lleno de basura. El hedor que emanaba de ese lugar era nauseabundo, pero uno siempre se acostumbraba.
Sobre el puente que cruzaba el arroyo, caminando, con la mano izquierda en el bolsillo de su Jean sucio y gastado, lo vi. El legendario “Bob”. Tenía puesta una remera blanca, igual de sucia que sus pantalones, zapatillas y sus dreadlocks le llegaban hasta la mitad de su espalda. Fumaba un cigarrillo. Estaba completamente delgado, como siempre. Tenía una incipiente barba rala que apenas se le notaba. Cruzó a mi lado, sin más.


Era el viejo Bob, el tipo que “emanaba” espiritualidad en cada una de sus canciones, y que desde 1963 junto a los “Mailing Wailers”, había comenzado su carrera componiendo canciones sobre los jóvenes delincuentes del ghetto de Kingston.
Desde siempre, había creído que el autor de “Uprising” y “Survival”, había muerto enfermo de cáncer en un hospital de Miami. No era así, el estaba caminando tranquilamente por el puente, a través del arroyo. Nadie lo miraba, pasaba inadvertido delante de todo el mundo, ya sea porque no lo conocían o porque realmente a nadie le importaba.
Me detuve por un instante. Me di la vuelta y me quedé mirándolo. Bob Marley, pasó a mi lado, fumando la mitad de un cigarrillo cualquiera. Si había dejado o no la marihuana, eso no importaba. Lo cierto era que una parte importante de la historia había pasado caminando a mi lado. Yo seguía parado, el se alejaba. No tuve el coraje para acercarme a decirle algo. Miles de preguntas pasaban por mi cabeza. No era posible. Bob estaba muerto. El podría estar en cualquier parte del mundo… En New York, Jamaica, Londres, pero de ninguna manera, y de eso estaba seguro, no podría estar caminando por San Fernando.
Mi mente se debatió entre mis ganas de alcanzarlo y decirle algo o simplemente dejarlo ir. No hice absolutamente nada. Solo me quede mirándolo. Siempre había pensado, incluso junto a mis amigos, que tipos como Bob Marley, Jim Morrison y otros, no habían muerto. Me gustaba pensar en que simplemente se habían escapado a una isla, para fumar y vivir todos aquellos placeres de la vida que nosotros, los “comunes”, jamás podríamos comprender.
Finalmente, decidí dejarlo ir. Pensé en que tal vez esta podría ser su propia isla, el lugar que había elegido para huir. Todos alguna vez pensamos en ese lugar. Entonces, quien carajos era yo para molestarlo? Con que preguntas? Con que estupido comentario? “Hola Bob, como estas?… Pensaba que habías muerto”, le diría.
No, jamás podría habérmelo perdonado. De alguna manera, yo me sentía un poco como el. Tranquilo. Y pretendía seguir disfrutando de ese estado. Después de todo, un tipo como el, no necesitaría nada de mi. “El león no busca compañía…”, leí alguna vez por ahí. En eso me quedé pensando hasta que lo perdí de vista.
-When fate delivers me all I’ll ask it for, is a place to rest and shelter for my soul…*-me fui cantando por lo bajo.


*Cuando el destino me entrega todo, lo que pido es un lugar para descansar y un refugio para mi alma…

1 comentarios:

daniel jorge dijo...

oh woman dont cry

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