Realidades Imaginarias


Potosí
Por David Pau

Inspirado en una materia que curse de la carrera de arqueología, que trataba sobre los procesos históricos y sociales de Latinoamérica, decidí hacer un viaje a Potosí, Bolivia. El objetivo era simple, quería verificar los datos contenidos en los documentos históricos referidos a la explotación de plata en Potosí y conocer como funcionaban las antiguas minas españolas, pero en contacto directo con los objetos y las estructuras.
Realicé los preparativos en pocos días y partimos con mi novia hacia el norte. Tardamos cerca de dos días en llegar a la ciudad de Potosí. Luego de instalarnos en un modesto hotel salí a buscar un guía que fuera lo suficientemente capaz y que estuviera dispuesto a mostrarme la ciudad desde otro punto de vista, ya que no me interesaba conocer los clásicos lugares que todo mundo visitaba. El planteo era claro, quería conocer las minas españolas, las lagunas, represas, el sistema de acequias desde donde se transportaba el agua para el amalgamamiento de la plata, los hornos y el lugar de vivienda de los mitayos.
Así fue como di con “El Pionero”, uno de los más experimentados conocedores de la región y la historia de la ciudad. Luego de acordar el valor de la tarifa, quedamos en vernos por la tarde para dar comienzo al recorrido. De acuerdo a la propuesta y a mis deseos de conocer “la otra cara” de Potosí, tuve que pagar un precio bastante elevado, pero realmente valía pena, ya que nos llevaría solo a nosotros dos a visitar esos lugares.


Salimos en camioneta hasta el cerro Potosí y visitamos las galerías excavadas por los indígenas en la antigüedad, quedé impresionado al observar el escudo español tallado sobre la roca en la boca de entrada de la mina principal, ofrecí algunas hojas de coca al “tío”, una representación del diablo hecha en la actualidad por los mineros, quienes lo consideran su protector y luego de charlar con algunos de ellos, regresamos a la ciudad.
Hasta aquí y los días subsiguientes todo salía como lo había planeado, la cultura, la arquitectura antigua y demás características de la ciudad no dejaban de sorprenderme. Solo nos quedaban dos días para seguir nuestro viaje a Oruro, otro antiguo centro español importante y de ahí partiríamos hacia Lima, la ciudad en donde se concentraba la hegemonía conquistadora española siglos atrás. Habiéndole comentado algo sobre mis estudios, El Pionero me hizo una propuesta… “Te llevaré a un lugar que te gustara, a ti que estudias los huesos y la arqueología…”. Aceptamos de inmediato y acordamos vernos al otro día a las 5 de la tarde en el lugar en donde siempre nos encontrábamos para salir a los diferentes destinos.
Al día siguiente lo esperamos en el lugar convenido. Comenzamos a caminar y mientras tanto el nos comentaba de que se trataba el paseo. La idea era visitar una vieja iglesia, de construcción española que a la vez funcionó como convento. Llegamos, entró el primero y habló con una señora que le dio un juego de llaves. Recorrimos toda la iglesia por dentro y mientras nos contaba que la misma estaba cerrada al público por encontrarse en proceso de restauración y que solo él podía acceder a su interior. En determinado momento me dijo “esto es lo que quería mostrarles”, sacó de su bolso varias velas, fósforos y nos condujo frente al altar. Observamos un gran agujero oscuro en el suelo, el piso se había hundido y asomaba del mismo una improvisada escalera que conducía a unas catacumbas, las mismas estaban semi inundadas y había una cantidad impresionante de huesos humanos dispersos por todas partes. Cráneos, huesos largos, incluso había cuerpos de bebes con sus ropas aparentemente momificados. Mi novia estaba aterrada y subió inmediatamente la escalera para esperarme junto al altar. El Pionero y yo seguimos caminando y recorrimos las galerías de roca trabajada, las paredes presentaban pequeños nichos vacíos y sectores inundados o tapados por tierra, el olor a humedad era muy fuerte. Caminábamos con las velas encendidas hasta que se detuvo y me dijo “Adelante hay una abertura, ahora se ha derrumbado en parte, la misma conduce a una cámara llena de momias, son todos sacerdotes, monjas y bebés. Todos están con sus ropas. Algunos parecen momias, otros esqueletos nomás pero con ropa…”. No lo dude, le dije que me llevara a verla. Mi novia no soportaba esperar arriba sola, entró y quiso acompañarnos. Tuvimos que ingresar al pequeño pasillo gateando y con las velas en las manos para iluminar el camino. El corredor derrumbado tenía espacio tan solo para una persona y debíamos correr a los lados algunos huesos largos humanos sueltos que entorpecían el paso. El pionero nos aseguró que la cámara se encontraba unos pocos metros más adelante. Sentí un poco de desconfianza, pensaba en que si se derrumbaba el techo o las paredes nos sepultarían para siempre, ya que el grado de improvisación era increíble. Lamentablemente no pudimos llegar, con las últimas lluvias el techo se había venido abajo el día anterior. El Pionero tomo un fémur y comenzó a cavar con la intención de continuar, estaba seguro que faltaba poco, pero le pedí que desistiera de la idea. Antes de salir me ofreció algunos huesos para que me los llevara, me decía que me servirían para estudiarlos, le expliqué que no podía hacerlo.
Al salir nos dijo “En ese lugar, durante el periodo español, algunas monjas se involucraron con sacerdotes y de esa relación habían quedado embarazadas… Las obligaban a tener a sus hijos viviendo ocultas en las catacumbas para luego abandonarlos allí abajo, después de haberlos parido…”. Con estas palabras el pionero se despidió de nosotros.
Esa misma noche, mientras dormía, mi novia me despertó aterrada. Se acostó junto a mí llorando y temblando, casi no podía hablar. Ella dormía en otra cama junto a la mía y entre sollozos, me dijo lo siguiente “No es verdad, ellas no abandonaban a sus hijos luego de parirlos…”. No entendí absolutamente nada, le volví a preguntar sobre ello y me dijo “Una monja se acercó a mi cama, mientras dormía y me habló… Me dijo que no creyera en lo que me habían contado. Que a ellas y a sus hijos los mataban luego de parir y que ambos eran colocados en los nichos de las catacumbas…”.
Partimos al otro día hacia Oruro. Jamás supe si ella lo había soñado o lo había vivido realmente. Yo miraba el desierto por la ventana del ómnibus, pensando en regresar alguna vez…

1 comentarios:

Daniel M. Rigoni dijo...

Fantástico Helvia! Dan ganas de darse una vueltita. Bolivia es un país apasionante.

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