Realidades Imaginarias

La Vereda
Por David Pau

Cientos de miles de pájaros
vuelan sobre mi cabeza
y el cielo se oscurece.
Yo simplemente levanto la mirada
y la vuelvo sobre mis pasos.
Necesito una vereda larga
que me lleve a destino…
Una vereda en donde solo
quepan mis pasos.
No pido nada más que una vereda larga,
común y corriente.
No importa donde termine,
no importa donde conduzca la misma.
Necesito una vereda atemporal,
solitaria, silenciosa.
Una vereda con un atardecer
eterno al frente
y una caída interminable
de sol anaranjado
que sea capaz de
quemar el horizonte.
Necesito desesperadamente
una vereda larga,
no pido nada más.
Una vereda en donde me pueda sentar
de vez en cuando a descansar.
Un segmento de la misma para mí solo.
Una vereda que no me cuestione,
que no me juzgue, que simplemente
me traslade a algún lugar.




Solo deseo una vereda larga para caminar,
para huir de mi mismo, de mis miedos, de mis fantasmas.
Una vereda para jugar o volar. Quiero, si se puede pedir,
una vereda mágica. Una vereda que una miles de ciudades,
miles de caras, miles de pensamientos y de almas.
Necesito una vereda con flores y gotas de lluvia.
Una vereda con olor a tierra mojada o con ladrillos sueltos.
Una vereda antigua, despintada, barrida, gris, olvidada.
Quiero seguir un camino perdido, por una vereda incierta,
una vereda sin final. Quiero que el cielo se caiga
y tiña de azul el horizonte. Que las nubes traigan
la lluvia y lave mis pisadas. Que miles de hojas secas
me aplaudan al pasar. Quiero papeles y asfalto y monedas
tiradas y chicles pegados, en mi vereda interminable.
Busco una vereda larga con faroles o velas.
Miles de velas como una pista de aterrizaje.
Una vereda con carteles vacíos y alambres
de púas caídos.