Por Oscar Taffetani(APe).-

Hasta su nombre y apellido eran comunes: Roberto Sánchez. En las guías telefónicas de la Argentina y América hay miles de Roberto Sánchez. Por eso aquel muchacho bonaerense, que a principios de los ’60 se abría camino en el competitivo mundo de la canción, necesitó llamarse Sandro. Sandro y los de Fuego primero. Luego, simplemente, Sandro.
La pregunta, la hermosa pregunta que muchos de nosotros nos hacemos cuando asistimos al nacimiento de un ídolo popular es ¿por qué? ¿qué es lo que tiene Sandro que le ha ganado este fervor? ¿cómo puede viajar así, incólume, a través de las generaciones? ¿qué les dice Sandro a los que fueron? ¿y a los recién llegados? ¿y a los que van a venir?
Maravillosa falta de respuestas. Maravilloso nacimiento de una leyenda.
Quien intente explicarlo en términos racionales, aritméticos, salidos de la teoría musical o de cualquier otra teoría, fracasará. Que se rinda entonces ante la evidencia, ante la simple evidencia, de que Sandro fue uno de los elegidos para llegar y quedarse, eternamente, en el corazón del pueblo.La burocracia que administra la fama, a través de los medios de masas, de los honores oficiales y los grandes negocios, intentó decir por estas horas que las dos últimas recomendaciones de Sandro fueron que los fumadores dejen pronto el cigarrillo y que todos consideren la donación de órganos como un acto generoso que permite prolongar la vida.
Pero se equivoca la burocracia, aunque acuda a los lugares comunes. Se equivocan los técnicos del marketing. El legado de Sandro, su gran mensaje al futuro, no está dicho ni escrito con palabras. Y ni siquiera con canciones. El legado de Sandro comenzó a construirse en un tiempo ya inmemorial, con pequeños gestos, casi imperceptibles, que le fueron indicando al pueblo –que nos fueron indicando a todos- que allí latía, que allí luchaba, soñaba y triunfaba uno de los nuestros.
Sí. Uno de los nuestros. Fiel hasta la muerte. Insobornable.
Que la burocracia administre los pequeños asuntos de Sandro: el cementerio donde descansarán sus restos; el laboratorio donde serán estudiados sus pulmones y su corazón; y la reproducción de sus discos; y la distribución de sus películas. El pueblo, por su parte, el pueblo que maneja grandes asuntos como la memoria y los sentimientos, ya le tiene asegurado, desde hace mucho, un lugar inviolable. Ahí está con Huguito, con el Gordo del bandoneón, con el flaco de los claveles rojos, con aquel Chango de Córdoba… Mamma mía. Qué orquesta.

2 comentarios:

daniel jorge dijo...

"no quiero que me lloren cuando me valla a la eternidad,quiero que me recuerden como la misma felicida"(una muchacha y una guitarra)un grande. saludo de un rockero

Anónimo dijo...

http://hastasiemprequeridosandro.blogspot.com
Se fue un gran luchador que dio batalla hasta el final, siempre con optimismo, fé en dios, con alegria, que buena persona fuiste querido ROBERTO,
partio nuestro querido y amado idolo.
se encuentra en el cielo adonde van los grandes, las buenas personas!!!!!!!!!!
Les dejo la letra de una de sus canciones
Las manos
Qué hermosas son las manos
del humilde labrador;
que se sumen en la tierra,
que trabajan sol a sol.
Qué bonitas son las manos
de una novia en el altar;
y qué tristes son las manos
que van en un funeral.
Diga usted, si hay más ternura
que se pueda imaginar
que en las manos pequeñitas
de los niños al rezar.
Todo aquel que tenga madre
no podrá jamás negar
que las manos de una madre
no se pueden comparar.
Y aquel que no la tenga…
que perdone mi canción,
pues quiero hablar de manos santas,
las de madres ¡esas son!
Pero hay manos que son garras,
cegadas por la ambición,
que ordenan ¡a la guerra!
y siembran desolación.
Pero hay dos manos que el hombre
hace tiempo ya olvidó,
manos que fueron golpeadas,
humilladas por el odio y el rencor;
manos que hicieron milagros,
manos que dieron amor,
miren bien… quiero que vean…
¡pues son las manos de Dios!

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