discurso presidente uruguayo

abril en el Palacio Legislativo.

Queridos amigos:

La vida ha sido extraordinariamente generosa conmigo.

Me ha dado un sinfín de satisfacciones más allá de lo que nunca me hubiera

atrevido a soñar.

Casi todas son inmerecidas. Pero ninguna más que la de hoy: encontrarme

ahora aquí, en el corazón de la democracia uruguaya, rodeado de cientos de

cabezas pensantes.

¡Cabezas pensantes! A diestra y siniestra.


Cabezas pensantes a troche y moche, cabezas pensantes pa’ tirar pa’ arriba.

¿Se acuerdan de Rico Mac Pato, aquel tío millonario del pato Donald que

nadaba en una piscina llena de billetes?

El tipo había desarrollado una sensualidad física por el dinero.

Me gusta pensarme como alguien que le gusta darse baños en piscinas llenas

de inteligencia ajena, de cultura ajena, de sabiduría ajena.

Cuanto más ajena, mejor.

Cuanto menos coincide con mis pequeños saberes, mejor.

El semanario BÚSQUEDA tiene una hermosa frase que usa como insignia:

“Lo que digo no lo digo como hombre sabedor, sino buscando junto con

vosotros”.

Por una vez estamos de acuerdo.

¡Si estaremos de acuerdo!

Lo que digo, no lo digo como chacarero sabiondo, ni como payador leído, lo

digo buscando con ustedes.

Lo digo, buscando, porque sólo los ignorantes creen que la verdad es

definitiva y maciza, cuando apenas es provisoria y gelatinosa.

Hay que buscarla porque anda corriendo de escondite en escondite.

Y pobre del que emprenda en soledad esta cacería.

Hay que hacerlo con ustedes, con los que han hecho del trabajo intelectual

la razón de su vida. Con los que están aquí y con los muchos más que no
están.

DE TODAS LAS DISCIPLINAS

Si miran para el costado van a encontrar seguramente algunas caras

conocidas porque se trata de gente que se desempeña en espacios de trabajo

afines. Pero van a encontrar mucho más caras que les son desconocidas,

porque la regla de esta convocatoria ha sido la heterogeneidad.

Aquí están los que se dedican a trabajar con átomos y moléculas y los que

se dedican a estudiar las reglas de la producción y el intercambio en la

sociedad.

Hay gente de las ciencias básicas y de su casi antípoda, las ciencias

sociales; gente de la biología y del teatro, y de la música, de la

educación, del derecho y del carnaval.

Y en tren de que no falte nada, hay gente de la economía, de la

macroeconomía, de la microeconomía, de la economía comparada y hasta alguno

de la economía doméstica.

Todas cabezas pensantes, pero que piensan en distintas cosas y pueden

contribuir desde sus distintas disciplinas a mejorar este país.

Y mejorar este país significa muchas cosas, pero desde los acentos que

queremos para esta jornada, mejorar el país significa empujar los complejos

procesos que multipliquen por mil el poderío intelectual que aquí esta

reunido.

Mejorar el país, significa que dentro de veinte años, para un acto como

este no alcance el Estadio Centenario, porque al Uruguay le salen

ingenieros, filósofos y artistas hasta por las orejas.

No es que queramos un país que bata los récords mundiales por el puro

placer de hacerlo.

Es porque está demostrado que, una vez que la inteligencia adquiere un

cierto grado de concentración en una sociedad, se hace contagiosa.

INTELIGENCIA DISTRIBUIDA

Si un día llenamos estadios de gente formada va a ser porque afuera, en la

sociedad, hay cientos de miles de uruguayos que han cultivado su capacidad

de pensar.

La inteligencia que le rinde a un país es la inteligencia distribuida.

Es la que no está sólo guardada en los laboratorios o las universidades,

sino la que anda por la calle.

La inteligencia que se usa para sembrar, para tornear, para manejar un

autoelevador o para programar una computadora.

Para cocinar, para atender bien a un turista, es la misma inteligencia.

Unos subirán más escalones que otros, pero es la misma escalera.

Y los peldaños de abajo son los mismos para la física nuclear que para el

manejo de un campo. Para todo se precisa la misma mirada curiosa,

hambrienta de conocimiento y muy inconformista.

Se termina sabiendo, porque antes supimos estar incómodos por no saber.

Aprendemos porque tenemos picazón y eso se adquiere por contagio cultural,

casi cuando abrimos los ojos al mundo.

Sueño con un país en el que los padres le muestren el pasto a los hijos

chicos y le digan: “¿Sabés qué es eso?, es una planta procesadora de la

energía del sol y de los minerales de la tierra”.

O que les muestren el cielo estrellado y hagan piecito en ese espectáculo

para hacerlos pensar en los cuerpos celestes, en la velocidad de la luz y

en la transmisión de las ondas.

Y no se preocupen, que esos uruguayos chicos igual van a seguir jugando al

fútbol. Sólo que, en una de esas, mientras ven picar la pelota puedan

pensar a la vez en la elasticidad de los materiales que la hacen rebotar.

CAPACIDAD DE INTERROGARSE

Había un dicho: “No le des pescado a un niño, enséñale a pescar”.

Hoy deberíamos decir: “No le des un dato al niño, enséñale a pensar”.

Tal como vamos, los depósitos de conocimiento no van a estar más dentro de

nuestras cabezas, sino ahí afuera, disponibles para buscarlos por Internet.

Ahí va a estar toda la información, todos los datos, todo lo que ya se
sabe.

En otras palabras, van a estar todas las respuestas.

Lo que no van a estar es todas las preguntas.

En la capacidad de interrogarse va a estar la cosa.

En la capacidad de formular preguntas fecundas, que disparen nuevos

esfuerzos de investigación y aprendizaje.

Y eso está allá abajo, marcado casi en el hueso de nuestra cabeza, tan

hondo que casi no tenemos conciencia. Simplemente aprendemos a mirar el

mundo con un signo de interrogación, y esa se vuelve la manera natural de

mirar el mundo.

Se adquiere temprano y nos acompaña toda la vida.

Y sobre todo, queridos amigos, se contagia.

En todos los tiempos, han sido ustedes, los que se dedican a la actividad

intelectual, los encargados de desparramar la semilla.

O para decirlo con palabras que nos son muy queridas: ustedes han sido los

encargados de encender la admirable alarma.

Por favor, vayan y contagien.

¡No perdonen a nadie!

Necesitamos un tipo de cultura que se propague en el aire, entre en los

hogares, se cuele en las cocinas y esté hasta en el cuarto de baño.

Cuando se consigue eso, se ganó el partido casi para siempre. Porque se

quiebra la ignorancia esencial que hace débiles a muchos, una generación

tras otra.

EL CONOCIMIENTO ES PLACER

Necesitamos masificar la inteligencia, primero que nada para hacernos

productores más potentes. Y eso es casi una cuestión de supervivencia.

Pero en esta vida, no se trata sólo de producir: también hay que disfrutar.

Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo

hay esfuerzo sino también placer.

Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra

en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo queda el

placer.

Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto

donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro

disfrute.

¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha
gente!

Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay

puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos

intelectuales.

No porque sea elegante sino porque es placentero.

Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar

un plato de tallarines.

¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!

Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping

centers.

En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas

de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos…

No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.

Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar

las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto

grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.

Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda

y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que

el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la

humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos.

Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero también

para ir a los conciertos o a los parques.

Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta

tanto de consumos materiales como intelectuales.

Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento.

En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos

anden de bicicleteada en bicicleteada…

INCONFORMISMO

Les pedía antes que contagien la mirada curiosa del mundo, que está en el

ADN del trabajo intelectual.

Y ahora agrando el pedido y les ruego que contagien inconformismo.

Estoy convencido que este país necesita una nueva epidemia de inconformismo

como la que los intelectuales generaron décadas atrás.

En el Uruguay, los que estamos en el espacio político de la izquierda somos

hijos o sobrinos de aquel semanario Marcha del gran Carlos Quijano.

Aquella generación de intelectuales se había impuesto a sí misma la tarea

de ser la conciencia crítica de la nación. Anduvieron con alfileres en la

mano pinchando globos y desinflando mitos.

Sobre todo el mito del Uruguay multicampeón.

Campeón de la cultura, de la educación, del desarrollo social y de la

democracia.

¡Qué íbamos a ser campeones de nada!

Y menos en esos años, en las décadas de los cincuenta y sesenta, donde el

único récord que supimos conseguir fue la del país de Latinoamérica que

menos creció en veinte años.

Sólo nos superó Haití en ese ranking.

Esos intelectuales ayudaron a demoler aquel Uruguay de la siesta
conformista.

Con todos sus defectos, preferimos esta etapa, donde estamos más humildes y

ubicados en la real estatura que tenemos en el mundo.

Pero tenemos que recuperar aquel inconformismo y tratar de metérselo debajo

de la piel al Uruguay entero.

Antes les decía que la inteligencia que le sirve a un país es la

inteligencia distribuida.

Ahora les digo que el inconformismo que le sirve a un país es el

inconformismo distribuido.

El que ha invadido la vida de todos los días y nos empuja a preguntarnos si

lo que estoy haciendo no se puede hacer mejor.

El inconformismo está en la naturaleza misma del trabajo que ustedes hacen.

Se precisa que se nos haga a todos una segunda naturaleza.

Una cultura del inconformismo es la que no nos deja parar hasta conseguir

más kilos por hectárea de trigo o más litros por vaca lechera.

Todo, absolutamente todo, se puede hacer hoy un poco mejor que ayer.

Desde tender la cama de un hotel a matrizar un circuito integrado.

Necesitamos una epidemia de inconformismo. Y eso también es cultural, eso

también se irradia desde el centro intelectual de la sociedad a su
periferia.

Es el inconformismo el que ha ganado el respeto a pequeñas sociedades y a

lo que hacen.

Ahí andan los suizos, cuatro gatos locos como nosotros, que se dan el lujo

de andar por ahí vendiendo calidad suiza o precisión suiza.

Yo diría que lo que de verdad venden es inteligencia e inconformismo

suizos, ese que tienen desparramado por toda la sociedad.

LA EDUCACION ES EL CAMINO

Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un

nombre y se llama educación.

Y mire que es un puente largo y difícil de cruzar.

Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos

decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo

educativo y sostenerlo en el tiempo.

Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún

gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas.

Pero hay que hacerlo.

Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.

Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico

de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al
conocimiento.

Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en

colores, después las transmisiones por satélite.

Después resultó que en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos

los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia.

Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo

servía para procesar números.

Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.

Pero ahora con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa.

Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez.

O como los que vieron el fuego por primera vez.

Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.

Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los

museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos

los libros del mundo.

Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo.

Es abrumador.

Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo los uruguayitos

sepan nadar en ese torrente.

Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua.

Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos

antes.

Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las

preguntas que valen la pena.

Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de

información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.

Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria

masificada.

Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública.

Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con

el que los chinos se entienden con el mundo.

No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines.

Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión

universal del conocimiento.

Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica.

Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación.

No hay tarea más grande delante de nosotros.

EL IDEALISMO AL SERVICIO DEL ESTADO

Queridos amigos, estamos en tiempos electorales.

En benditos y malditos tiempos electorales.

Malditos, porque nos ponen a pelear y a correr carreras entre nosotros.

Benditos, porque nos permiten la convivencia civilizada.

Y otra vez benditos, porque con todas sus imperfecciones, nos hacen dueños

de nuestro destino. Aquí todos aprendimos que es preferible la peor

democracia a la mejor dictadura.

En los tiempos electorales, todos nos organizamos en grupos, fracciones y

partidos, nos rodeamos de técnicos y profesionales, y desfilamos frente al

soberano.

Hay adrenalina y entusiasmo.

Pero después, alguien gana y alguien pierde.

Y eso no debería ser un drama.

Con unos o con otros, la democracia uruguaya seguirá su camino e irá

encontrando las fórmulas hacia el bienestar.

Nos toque el lugar que nos toque, allí vamos a estar tratando de poner el

hombro.

Y estoy seguro de que ustedes también.

La sociedad, el Estado y el Gobierno precisan de sus muchos talentos.

Y precisan aún más de su actitud idealista.

Los que estamos aquí, nos acercamos a la política para servir, NO para

servirnos del Estado.

La buena fe es nuestra única intransigencia. Casi todo lo demás es
negociable.

Gracias por acompañarme.

1 comentarios:

Miguel Martín dijo...

Y que pensar distinto no nos asuste ....Celebro eso.

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