Columna publicada en el Diario Tiempo Argentino. Autor Alberto Dearriba
Scioli sabe que la candidatura del centroizquierdista Martín Sabbatella con una boleta que seguramente encabezará Cristina Fernández, lo obligará a enfrentar adversarios extrapartidarios y kirchneristas disconformes con su gestión.
El 23 de septiembre de 1973, Juan Domingo Perón ganó las elecciones nacionales con el 62% de los votos. Los 12 puntos que le permitieron esquivar holgadamente la doble vuelta establecida por la dictadura militar para complicar al peronismo, provinieron de la boleta del Frente de Izquierda Popular (FIP), que proponía que se votara a Perón desde la izquierda. Esos 900 mil sufragios que consiguió la fuerza liderada por el colorado Abelardo Ramos, desataron una polémica: habían sido aportados conscientemente por los electores o simplemente por votantes confundidos que apenas vieron el nombre del anciano líder, metieron la boleta en el sobre.
La boleta del FIP seguramente sumó a convencidos, despistados y jóvenes enojados con la candidatura de Isabel Perón. Es muy probable que Néstor Kirchner y Cristina Fernández se contaran entre aquellos jóvenes tentados a votar a Perón desde la izquierda.
Al margen de la polémica, está claro que el viejo líder inauguró ese día lo que hoy se llama “colectora”. El episodio sirve además para recordar que siempre hubo una tensión interna en el PJ entre abrir el movimiento a posiciones frentistas, o cerrar las puertas sectariamente, con cierto tufillo macartista. La cuestión estuvo presente desde el comienzo del gobierno de Kirchner con sus intentos “transversales” y sus regresos “pejotistas” por necesidad.
Casi cuatro décadas después, el sistema de las colectoras es puesto en tela de juicio por intendentes de la provincia de Buenos Aires que entienden que esas boletas perjudicarán sus chances electorales en octubre próximo porque dispersa el voto en la base.
Pero el principal perjudicado en octubre próximo, Daniel Scioli, guarda un prudente silencio sobre la espinosa cuestión. El gobernador regresará mañana de Italia, a donde viajó por razones médicas. Scioli sabe que la candidatura del centroizquierdista Martín Sabbatella con una boleta que seguramente encabezará Cristina Fernández, lo obligará a enfrentar adversarios extrapartidarios y kirchneristas disconformes con su gestión. El ex intendente de Morón es un prestigioso dirigente que reúne simpatías entre los kirchneristas puros. Tras su exitosa gestión municipal, el líder de Nuevo Encuentro obtuvo cerca del 5% de los votos en las elecciones en las que consiguió su banca de diputado nacional. Cuando se sentó en su banca de la Cámara Baja por primera vez, Sabbatella debió fijar posición frente al arrebato de espacios de poder que realizaba el Grupo A sin respetar viejas tradiciones parlamentarias. En su primer discurso en el recinto advirtió que no era oficialista, pero que no se sumaría a esa entente que estaba integrada por adversarios con los que no tenía afinidad ideológica. Al concluir su discurso, estalló un sonoro aplauso que fue seguido por la bancada del Frente para la Victoria: lo había iniciado Néstor Kirchner. Desde entonces, Sabbatella mantuvo un apoyo crítico hacia el kirchnerismo.
Rápido para los mandados, Francisco de Narváez –un candidato a gobernador que busca candidato a presidente– le aconsejó a Scioli que desdoble la elección de autoridades nacionales de las provinciales, con lo cual no existirían colectoras. Se delinearía así un cronograma electoral similar al de Santa Fe, Córdoba y la Ciudad Autónoma, que elegirán primero a sus autoridades y luego a las nacionales. Pero Scioli sabe que semejante jugada le generaría una situación de no retorno con la Casa Rosada. Y ese nunca fue su estilo. Más allá de las obvias diferencias ideológicas que mantuvo con Kirchner
primero y con la presidenta después, nunca rompió lanzas. Para unos se trata de una muestra de fidelidad intachable y para otros es sólo paciencia para esperar su turno en 2015. Muerto Kirchner y sin la posibilidad de reelegir a Cristina en 2015, habría llegado por fin su turno, si es que el kirchnerismo puro no genera otro candidato.
Desde 1983 hasta ahora, las colectoras favorecieron y perjudicaron causas justas en cada una de las elecciones. Colgados de candidatos convocantes ingresaron al Congreso Nacional decenas de oportunistas que no hubieran podido sentarse jamás en una banca, ni percibir los fondos que el Estado asigna a las fuerzas políticas de acuerdo a la cantidad de votos. Pero en otras oportunidades, las colectoras sirvieron para quebrar las impenetrables roscas partidarias por parte de figuras emergentes. O como ahora, para que partidos pequeños puedan apoyar a las grandes mayorías, manteniendo su identidad.
Para aclarar el entuerto desde el punto de vista legal, el director nacional Electoral, Alejandro Di Tullio y el apoderado nacional del Partido Justicialista, Jorge Landau, admitieron la viabilidad legal de las colectoras, ya que no están prohibidas por la nueva legislación que estableció las primarias abiertas y obligatorias.
Los intendentes bonaerenses Jesús Cariglino (Malvinas Argentinas), Alberto Descalzo (Ituzaingó); Hugo Curto (Tres de Febrero), Gilberto Alegre (Villegas), Fernando Gray (Esteban Echeverría) cuestionaron públicamente la posibilidad de que en los próximos comicios se usen las boletas colectoras. Curto fue mucho más allá al advertir que Sabbatella podría convertirse en el próximo Julio Cobos. Un radical K, “el Japonés” Enrique García (Olivos) se sumó a los cuestionamientos: “Si hay colectoras no tienen sentido las internas, por lo que debería ser una cosa o la otra”, opinó.
El titular del PJ bonaerense, Hugo Moyano, dio su apoyo al sistema y se prepara para defenderlo el próximo 19 en una reunión de la cúpula partidaria bonaerense. El intendente de Quilmes, Francisco “Barba” Gutiérrez, advirtió que no debía dejarse de lado un método que puede fortalecer el triunfo del oficialismo. El Barba evitó en 2007 la reelección de Sergio Villordo, que era apoyado por el aparato del PJ quilmeño liderado por el actual jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. El ministro no olvida aquel mal trago, pero salió también a defender las colectoras que “amplían la base de sustentación”. Para bajar la polémica, dijo que “Hay más papistas que el Papa”.
El conflicto entre el gobierno nacional y el provincial se plantea en un momento en que el gobernador es cuestionado por el kirchnerismo puro a raíz de su política de seguridad. El fusilamiento de los dos chicos cartoneros de José León Suárez redobló las críticas a la gestión del ministro de Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, opuesta a la política que impulsa desde la Nación, la ministra Nilda Garré, quien pretende fuerzas policiales más profesionales y lejanas al gatillo fácil.
En el fondo de esta diferencia, se agitan las contradicciones ideológicas entre Scioli y el kirchnerismo, las cuales hacen que periódicamente el gobernador parezca dispuesto a dar el portazo. La figura de Scioli divide hasta a los movimientos sociales. La Federación de Tierra y Vivienda que lidera Luis D’Elía –cabeza de una docena de movimientos más pequeños– desconoce a Scioli como parte del proyecto nacional y popular, rechaza su reelección y se prepara para impulsar candidatos propios en la colectora de Sabbatella. En cambio, el Movimiento Evita y el Frente Transversal pretenden que el compañero de fórmula de Scioli sea Jorge Taiana, Fernando “Chino” Navarro o el Barba Gutiérrez. D’Elía es implacable: cree que Scioli expresa valores opuestos a los de Cristina y lo chucea desde su programa de radio para que se anime a ser el candidato a presidente del Peronismo Federal. Parece improbable que Scioli se decida a llevarle el apunte al líder piquetero. Pero si ello ocurriera, estallaría el escenario preelectoral. Habría que barajar y dar de nuevo.
Columna publicada en el diario Tiempo Argentino
0 comentarios:
Publicar un comentario